“ELECCIONES: TODOS QUEREMOS UN CAMBIO… PERO HACEMOS SIEMPRE LO MISMO”

Por Rubén Darío Rodríguez López (*)

El próximo mes de Octubre nuevamente caerá sobre cada uno de nosotros la responsabilidad ciudadana de elegir dignatarios locales, esto es Gobernadores, Diputados, Alcaldes y Concejales. Es normal para ésta época que el ciudadano del común, o mejor, los electores, empiecen a manifestar frases como éstas: “Estamos mamados de lo mismo, ya es hora de cambiar”; “Ya empezaron la promesas y mentiras, nos creen bobos”; “Ya viene el Alcalde a cobrarnos el favor para que votemos por su candidato”; “Que mamera, siempre los mismos con las mismas” etc, etc, etc…

De alguna manera, esa es una sensación generalizada, nos acordamos de las promesas incumplidas, hacemos balances de la gestión de cada mandatario, unos contentos y otros frustrados, dependiendo como nos hubiera ido en el paseo.

Los politiqueros ya conocen eso muy bien y saben manejarlo también; ellos con cuero de cocodrilo están dispuestos a escuchar todas las andanadas de insultos, de quejas, de desplantes que el ciudadano saca a relucir para esta época, pero también saben y manejan muy bien, reconociéndolo como gajes del oficio, que les toca poner cara de oveja tierna, usar sombrero campesino, sonreír, abrazar, tomarse fotos con los niños y decir cuanta mentira esté a su alcance para ganarse la complacencia de los electores.

Ya se ven las componendas politiqueras (que no son más que empresas electorales que se han montado para ponerle valor comercial a cada voto) y que esperan repartirse el ponqué de los presupuestos departamentales y municipales, una vez su candidato logre salir elegido. No entiendo como en municipios tan pequeños como los de nuestra provincia, se comenta que una campaña para una Alcaldía vale aproximadamente 300 millones de pesos, es decir, un candidato tiene que “invertir” esa suma para tratar de ganar las elecciones y aun así, esto no les garantiza su triunfo. Esa plata es conseguida en parte por el candidato (al menos el 20%), pero la otra parte es invertida por personas y
empresas contratistas que van a perseguir año tras año (durante 4 años), cuanta partida o numeral exista en el presupuesto y asegurar que su inversión rinda los frutos esperados con las utilidades respectivas y hasta más. Ya existe todo un andamiaje muy bien estructurado para que este negocio sea rentable y no solo para ellos, sino que además debe incluir la utilidad para el candidato ganador, se comenta que el porcentaje que piden para asignar un contrato hoy está alrededor del 15% y hasta más, eso sí; librecito de impuestos.

Todo esto sucede bajo la mirada silenciosa de toda la gente, todos sabemos la pobreza que tenía el candidato, pero no todos sabemos la riqueza que adquirió cuando fue gobernante.

La gente debe entender que entre más valga una campaña política (es decir, entre más prebendas y valor económico tenga el voto), más caro es el robo que tienen que hacer cuando salgan elegidos, menos proyectos y menos obras para el departamento o municipio.

Pareciera que la gente ya se acostumbró a este tipo de sistema politiquero, vale poco o nada el programa de gobierno, vale poco o nada la transparencia, la honestidad y la hoja de vida de los candidatos, aquí solo vale el que traiga la “tula” llena de dinero para comprar la conciencia de unos líderes y de unos pocos que se venden al mejor postor.

Por eso, estas empresas electorales o grupos tradicionales no sueltan fácilmente el poder, establecen unos círculos cerrados y hacen ver a la gente que no hay más opciones, que toca imponer como candidato al papá, al hermano, al hijo, al tío, al primo, a la esposa y hasta a la amante, cuando ya no hay más familiares para poner, o en últimas se postula nuevamente el que se cree dueño del grupo o de la empresa, quien ya había gobernado anteriormente, con el discurso simplista ese de que; “fue que la gente me pidió otra vez” para ahora sí hacer lo que no hizo en el período pasado.

En fin, todo esto se convierte en un círculo vicioso cada cuatro años y los electores se dejan involucrar cuando aceptan que les den un mute, un azadón, un bulto de cemento, unos ladrillos o peor aún, dinero en efectivo (desde 20.000 hasta 100.000, dependiendo del número de borregos por convencer), pero sobre todo, se convierte en un “más de lo mismo” cuando aceptamos y damos por hecho que ganará el que tenga más dinero disponible al momento de la campaña, y así sucesivamente vamos cayendo en la trampa de cada campaña electoral, para que al final “NADA CAMBIE, TODO SIGA IGUAL”.

Por eso, hoy la invitación directa y clara es a que entendamos de una vez por todas que los que debemos cambiar somos NOSOTROS, los electores; debemos cambiar de actitud frente a esta responsabilidad, debemos cambiar nuestro pensamiento pobre y miserable que nuestro voto tiene precio, debemos entender que ésta decisión afectará nuestras vidas, ya que de esta dependerá el futuro de nuestra comunidad, de nuestro municipio, de nuestros hijos y nietos.  

Así de grande es esta responsabilidad. No juguemos más al negocito personal o familiar, a la empresa criminal de la corrupción que hace más daño que la misma violencia física, no seamos más irresponsables y de una vez por todas elijamos a las mejores personas por su hoja de vida, por sus capacidades y preparación y por su transparencia demostrada en el transcurso de su vida, hombres y mujeres honestos, que no carguen en sus espaldas con empresarios, con mafias de la política que se jactan de los multimillonarios robos que hacen del erario público y que se visten de lino y andan en carros último modelo, polarizados, llenos de wisky y mujeres, demostrando el “traqueto” que se les sale cuando
tienen el poder.

“SI QUEREMOS QUE LAS COSAS CAMBIEN, NO HAGAMOS SIEMPRE LO MISMO”.

(*) RUBEN DARIO RODRIGUEZ LOPEZ

Zootecnista. Esp. Alta Gerencia – UIS

NOTA: Una columna de opinión, no es más que la opinión personal de quien la escribe, no compromete ni a su familia, ni al periódico, ni a su empresa, ni a un grupo específico. Que
interprete o no el pensamiento de unos u otros, es la esencia del pensamiento de opinión.

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