Por Rubén Darío Rodríguez López (*)
La palabra Democracia proviene de los vocablos griegos: Demos que significa gente y Kracia que significa poder, en pocas palabras, es un sistema de gobierno en que la responsabilidad recae sobre en el pueblo a través de un instrumento denominado el voto popular o la elección popular.
Para la Registraduría Nacional del Estado Civil de Colombia, el voto o sufragio ciudadano para elegir altos funcionarios del Estado y las corporaciones públicas se remonta a la época de la Patria Boba (1810 – 1816), es decir hace 200 años, sólo que en esa época se hacía de manera indirecta, se votaba por unos voceros de voceros que al final elegían a su dignatario por encargo de los primeros. Solamente en el año 1853 se volvió directo y de manera secreta.
En Colombia, como República democrática se permite ejercer el voto popular para la elección del Presidente o Jefe de Estado, para la elección de Representantes (Senado y Cámara), para la elección de Gobernadores, Diputados y Alcaldes y otros instrumentos de participación como la consulta popular, los referendos, el plebiscito, el cabildo abierto, la iniciativa popular, la revocatoria de mandato, etc.
Sin embargo, este derecho popular ha venido siendo "menospreciado" por la comunidad, hoy no es posible concebir que durante un proceso electoral solamente vote un 40% de las personas aptas para ejercer el voto. Esto hace que en muchísimos casos se elijan personas con un número insignificante de votos, o peor aún, que un número muy pequeño de personas terminen tomando las decisiones más importantes de un Estado o de un Municipio, solo porque la desidia, la antipatía y el sistema de campañas corruptas, que convierten a la mayoría de la gente en abstencionista. Para demostrar esta afirmación me permito hacer este sencillo ejercicio: Supongamos que en un Municipio hay un potencial de 100 votos para elegir a su Alcalde o para votar una consulta popular. Estas personas tienen 4 opciones para su elección. 60 personas no votaron (60%), queda un total de 40 personas que si votaron, pero como tenían 4 opciones supongamos que todos votaron así, 12 por la opción 1, 10 por la opción 2, 10 por la opción 3 y 8 por la opción 4. Resultado: La opción 1 ha ganado con 12 votos; es decir, el 12% de la población apta para votar, eligieron el Alcalde o aprobaron la consulta popular.
Lo anterior demuestra que una posición de abstención no ayuda para nada a la democracia, no ayuda nada en un proceso electoral y lo peor aún, es que los abstencionistas suelen auto-denominarse intelectuales, apolíticos, imparciales, etc. y se atreven a calificar a los que si votaron de ignorantes o vendidos. Siempre lo he dicho, "la democracia no permite posiciones tibias o insensatas, necesita posiciones serias, profundas, éticas y responsables".
Ahora, el voto popular no solo ha sido menospreciado como se puede ver, sino también viene siendo "manoseado" por quienes aspiran a hacerse elegir o promueven una iniciativa popular, por el masivo uso de las redes sociales y hasta por el paupérrimo periodismo que hoy existe en todo el mundo. Los ejemplos para esta afirmación son muchos y muy recientes.
Los que aspiran a hacerse elegir o promueven iniciativas populares manosean el derecho al voto, desde sus propios intereses y claro, usando estrategias comunicativas persuasivas, llenas de altas dosis de mala intención, de mentiras y sobretodo de mensajes subliminales que logran calar en las mentalidades bárbaras y poco reflexivas que sobresalen en nuestra sociedad. El ejemplo claro estuvo representado en el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz en Colombia, desde la misma gerencia de la campaña por el No, reconocieron que utilizaron mensajes intimidantes, como: "a los pensionados se les descontará desde el 2 y hasta el 7% de sus mesadas para pagarles a los guerrilleros", otro como; "se promueve la ideología de género y acabarán con la integración de la familia" y así sucesivamente una serie de estrategias que no tenían nada que ver con la discusión real de la elección que se estaba adelantando. Otro ejemplo no está muy lejos de nuestra Región; muchos Alcaldes y Concejales, se hacen elegir solo hablando mal de los otros candidatos, sacando a relucir desde infidelidades, religiones, borracheras y aspectos personales que terminan calando en el electorado y éstos simplemente terminan votando por cualquier razón, menos por el programa de gobierno, que es en esencia la verdadera diferenciación entre candidatos.
Lo anterior no sucede sólo en Colombia, acabó de suceder en Estados Unidos, una campaña que se centró en el destape de los aspectos más íntimos de cada candidato, se dijeron barbaridades de lado y lado, exigiendo retracciones, explicaciones y otras maromas en cada una de las campañas. De lo anterior, la prensa ha sido un actor deliberativo y terminó entrando en el juego de informar esas cosas superfluas y no dando a conocer las verdaderas diferencias entre un programa de gobierno y otro.
Otro factor aún más delicado, es el uso que los partidos, movimientos o políticos vienen dando a los medios digitales y redes sociales, aprovechando la velocidad a la que fluye la información, que es totalmente contraria a la velocidad de la capacidad social de analizarla e incorporarla a las decisiones, a través de ese uso demostrativo de fotos, de montajes, de memes, de videos nuevos o viejos, de mensajes con apariencia de verdad, de sensacionalismo que terminan derribando un discurso o un programa de gobierno que ha tardado años en madurar o en construirse.
La Democracia es un concepto excitante y el incremento del número de Países adscritos a prácticas democráticas en la actualidad ha significado una vida diferente para aquellos que ahora viven libres de cualquier opresión política o de un régimen autoritario, sin embargo; en nombre de la Democracia, también se ha permitido que gobiernos autoritarios terminen disfrazados de democráticos, gracias a la virtud o mejor, a la capacidad mesiánica y maquiavélica de sus caudillos precisamente en menospreciar y manosear el derecho al voto popular.
(*) ZOOTECNISTA. ESP. ALTA GERENCIA